Cuando el juicio y castigo del Estado eran tan solo una posibilidad lejana,
los escraches pintaron las casas de los genocidas.
Mientras la esperanza sucedía como trinchera, el pañuelo blanco se hacía carne en los cuerpos de esas mujeres.
Cuando lo incontable de la dictadura se convertía en 30 mil desaparecidos, el Terrorismo de Estado en Córdoba cobraba nombre y apellido.
Mientras
seguimos llorando las vidas que asesinaron
celebrando que seguimos en la calle
nos alegramos de estar juntas.
Miles de nosotras bajo el sol del mediodía
abrazando nuestro presente de resistencia.
El juicio terminó, la lucha continúa.